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Ceguera

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Mis ojos están cansados, mis pupilas destilan gris grisáceo, mis pensamientos ya no soportan este invierno áspero, me queman las vistas como el infierno encelado. Ahora solo veo montículos de pesar Me tropiezo constantemente con la ansiedad Y en la oscuridad, permanezco como ángel revelado Y en la posteridad veo migajas de deseos indeseados... Asumo el rol que me dio el Supremo, y exprimo al dolor como el dolor me exprime; persisto como persiste el recién nacido en su siesta,  acompaño al agobio hasta saciar su miseria sublime. Y me hundo en las movedizas de mis heridas expuestas. Tranquilizo al tumulto de penas que llevo dentro, pero se me disparan como cohetes sin cielo... Pronostico mis propios sobresaltos y desencuentros, y agonizo en la templanza de mis crueles miedos. Mis vistas divisan fulgores densos, mis pensamientos trotan cerca del odio hecho enigma, mis brazos recogen a la criatura de ese pasado extenso; mi respiración es sofocante, y ni como antes es la misma. Por: El Poet

Domingo de Lloro

Estoy quemado , mentalmente quemado. El tocadiscos de mi cerebro toca la misma pieza, y cuando empieza el llamado ‘grito desesperado’, se crea un bucle donde tooodo es repetitivo; desde las añoranzas de ver el amanecer en una montaña, hasta la conversación en la terraza que nunca se ha dado. Apodado por mí, como el lapsus temporal más largo, acudo a mis memorias sanas, con esfuerzo, a tratar de atar cabos sueltos. Estoy revuelto como el huevo del desayuno en la mañana. Estoy envuelto en situaciones simples pero agotadoras... ¿Y ahora? ¿Qué sigue? ¿Mudarme al lado de la esquina donde gira mi despido tempestivo de aquel recuerdo?  Yo ya no llego a un acuerdo conmigo mismo en estas instancias, y bajo este traje de pesadumbre. Tengo que (y temo que), ejecutaré una modificación forzada, a mi lenguaje invisible, para que el tipo del espejo se mire más calmado.  Estoy cuerdo, pues aún conservo los buenos tratos hacia los que no compaginan en mis páginas de lamentos y cosas raras, como líneas