Jueves con sabor a nada
Hoy, desperté. Anoche creo que lo pedí (despertar). Eso no quiere decir que vaya a dejar el café. Ya me lo prohibieron y yo sigo tomándolo, porque sólo hace daño a largo plazo. Sólo a largo plazo.
Hice caso a las historias y frases de mi abuela que en paz descanse, y me dispuse a dibujar debajo de la silla de las visitas... Perdón, sólo estaba recordando.
Fui de compras a la tienda y no traje grandes cosas, sólo zumo de naranjas, para tomarlo así, puro. Y te juro que me encanta beberlo así. También el café como te dije.
Y es que mi estómago sólo se rige por alimentos que solo yo creo que le hacen bien. Y pues, si nunca nada me ha hecho vomitar, como aquella vez que expulsé sentimientos de desamor por un alma imborrable pero aturdible, pues lo bebo...
Siempre empiezo de nuevo. Así digo. Para tener la certeza de que las cerezas que casi no pruebo, porque prefiero las manzanas verdes, probaré algún día...
Tardes donde me da por escribir en un cuaderno cualquier epicidad que se me venga a mi campo mental; campo, no ciudad.
Quise que lloviera, pero eso no lo decido yo. Pero sé que en noviembre se sienten las brisas, que vienen acompañadas de risas donde hacen mención a ella, a quien también recuerdo.
A veces me pierdo capítulos de mis series favoritas, pero ahorita ya me dio somnolencia. Ten paciencia mientras voy por mi cobija. Y no me cuestiones entre lo que yo elija: si llamar a este día “incoloro”, o esperar el siguiente, a ver si en ese no lloro...
El Poetólogo
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