ENCIÉRROME A PLÁTICOS 🕰

Mientras el tiempo, al cual considero relativo, pasa como pasan las alegorías de llantos de un bebé recién nacido, me dispongo a entarimarme a escuchar mis sollozos hechos palabras, frases, algunas permanentes en mi mente, otras, fugaces.

Que me pase horas diciendo que el mar hace un sonido que me adormece, no quiere decir que el consejero vestido de blanco, el que murió hace algunos años, no haya dejado legado alguno.

Ahora me enfrento cada noche a lujurias de inestabilidad corporal, pues, siento que en mi cuerpo sólo habita, por el momento, una niebla de deseos que no se han escrito en idioma entendible. Duele el brazo de la pierna que sobresale de la cabeza del pensador. Es que con la mano angosta e ineludible a las tentaciones artísticas del beso en el cuaderno, el muchacho escribe.

Vive viajando al cerrar los ojos, y despierta con hambre de agua que caiga de la nube más alta en el bosque frío. Quiere ser un pájaro de alas largas, con pico que dibuje cartas en el aire mientras canta y camina desolado.

Desolado, porque así permanezco y así me gusta concluir mis hazañas no contadas sino más que al cielo de color inexplicable.

Tengo miedo de que algún día no tendré miedo a nada, sólo a vivir entre payasos que no sonríen y se amargan con frutos del árbol frondoso. Quisiera no pensar en años ni décadas de invierno tenebroso, sólo quiero ser yo y mis amuletos de la insipidez que me permiten defender mi orgullo de plasmar recuerdos.

Cuando quite, ojalá no, el universo, las estrellas que rodean mi corona de cabellos, seré polvo mágico entre hojas de cuaderno que no se imprimieron, y otras, que se mancharon con lágrimas de sangre secas como el silencio de mis gritos de lamento por lo que quería contarle al sujeto de traje elegante, y que se fue en uno, dos, y hasta tres instantes.

Intrigante lo que le espera a la olla de presagios que no se saben, que solo sabe el sastre que labra la luz que sale por la ventana y toca puertas. No son las de mi casa, pues hogar mío son las súplicas nocturnas y los paraplejos de mis enredos neuronales. Tal vez si persigo al viento cuando es fuerte y no trae olores muertos, me transporte sin temblores de ojos que no quieren ver los peligros porque ya los presiente, desde antes, desde siempre...

El Poetólogo

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