Etérea


«Etérea­»



Cuando te vi, experimenté el significado del “buen augurio”.

Y aunque, tú, lejos de mí, contra mi orgullo cometí perjurio.

Tu compañía ha sido grata, pero valoro más tu presencia en mi conciencia,

y de no ser por la mesura de mi devoción por tu sonrisa, 

estarías sonriendo en las realidades de mis somnolencias.


En tus sigilos me hallé como en aguas mansas, afables.

Y fue cuando me dije (internamente) “que tus palabras sean mimos cuando me hables".

No titubeaste y me complaciste, así, como una profesora del vaticinio,

consensuando a lo puro, lo puro de nuestro idilio.


Me abrazaron, tus ojos, junto con su brillo,

me revelaron lo inmaculado que es tu rostro, lo nombré “amanecer".

Me enseñaste que puedo encontrar paz entre lo hermoso y lo sencillo,

mientras sigo perdido en tu mirada, y es que, quiero el tiempo retroceder.


Me haces falta como lluvia al campo; sin ti, soy una flor sin aroma,

te veo entre la brisa, y me soplas como con la mayor caricia.

Me hablas como musa al poeta, y yo entiendo perfectamente tal idioma,

en la anarquía de mi cotidianidad, pensarte, siempre es buena noticia.


Cada persona es un mundo, y yo soy uno, tú eres mi cielo;

al miedo yo perturbo, con la felicidad que me da que seas mi anhelo.

Te admiro como pieza de pintura abstracta, e intacta sigue por ti mi querencia,

construyo en mi mente, a tu lado, mucha dicha y porvenires con frecuencia.


Eres para mis pausas, ajetreo, para mis inquietudes, una parsimonia.

Eres lo que escribo con mi puño y mis dedos; a tu existencia rindo ceremonia.

Y a pesar de los disturbios en mi interior, sigo teniendo en orden mi corazón, esa es tu sede.

Ojalá dentro de ti me hospede, y de tus brazos nunca me desenrede...


Atte.:


El Poetólogo











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