El último poema antes de morir de un solo verso



Me desmayé cuando atisbé aquella escena en donde la tersura y la parsimonia, se matrimoniaban y ejercían la danza de la atracción, del encanto.

Y entre tantos otros espectáculos, el de tu propiedad, ha sido el más espléndido. Y sí, me puse pálido. Y sí, quedé como un parapléjico. Es que, soy tan crédulo que confié en que, tus destellos de nobleza redujeron mis espantos...

A la fecha son menos las penurias, menos los llantos. Que ya ni sé en cuántos rezos te situé, aun cuando me encontraba en esos días álgidos.

Desperté y me sentí fantástico, aunque desahuciado por tu omnipresencia, que me resulta cálida, pero a la vez provoca en mi un pequeño quebranto...

Quisiera serte más exacto, pero se me desconfigura la cordura, y se me estremecen las sinceridades. No volvería (qué tontería), a estar animado, ni dentro de otras cuatrocientas navidades. Tú eres una cenicienta en mis aposentos, y aunque no me controla el tiempo, siento que, si no fuese porque soy invisible como el viento, yo ya estuviera dentro de ti haciéndote honores, en tus neuronas, dentro.

Recuérdame princesa del cuento, es que me encuentro, como el más olvidado de todos los santos. 

Antes sólo escribía, ahora también canto, sí; le tarareo a las adversidades. De enseñanzas sobre errores y aciertos, he pisado, asimismo, cerca de cuatrocientas universidades.

Y todavía aguanto, yo siempre aguanto, digo, son décadas ejerciendo como el amaranto. Y con mi raciocinio, que es más socrático, concluyo, que por cada murmullo son dos verdades.

El mundo es una esfera, que por fuera luce radiante, y por dentro está llena de bascosidades. No es ése tu caso, por si acaso, pues, tú eres como el agua cristalina desprendiéndose de las faldas de la montaña; vida desperdiciándose en grandes cantidades.

Tu primor, es como el amor hecho galletas, escuetas, inesperadas, haciendo que de emociones inmediatas, me provoque el doble de pálpitos. 

Siempre quise conocerte, para hacerme más sabio, de tinte aristotélico; todo, sobreentendido, bajo tu beneplácito. Y aunque suene de lo más práctico, he hecho lo impensado porque todo sea lo más sinérgico.

Tú eres resultado de lo estético, lo inmaculado. Y aquí me tienes preocupado, queriendo ser un poco más magnético. El desamor tiene un olor fétido, por eso aunque se me juzgue me inclino hacia el cariño mágico. 

Ése que no tiene imposibilidades, el tácito. El que se supone que venga con cero religiosidades. Y es que de intuiciones y necedades cargo con un manto, le pregunto al Universo, siempre responde y por lo inexplicable me decanto... 

Tenerte cerca ya es lucrativo, no quiero que se me agote el crédito. Y sí, soy muy enfático, me basta con que me sobren los milésimos. Y sígome trasladando por senderos, donde pienso en ti primero, y luego, en lo que representa tu aura; y yo, el más esotérico, me dejo llevar por tus ánimos...

Eres la única prioridad entre mis prioridades, te pienso desde que todavía de la cama no me levanto. Así callado en el silencio, llamándote me desgarganto. Yo soy el libro cerrado al cual invades...

Sigo mostrándome como el niño pequeño, con sueños, no tan risueño; y al sonar de tus palabras circunspectas, no sé, como que me agiganto...


El Poetólogo


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