Cuestión de gustos


Me gustan el café amargo, y los besos en las mejillas del corazón,

me disgusta esta vida, sin embargo, para gustarme tienes un don.

Te conozco como a las profundidades del piélago, a las que nunca he ido;

te guardo desde aquel instante, como la moneda brillante en el bolsillo izquierdo de mi pantalón.


Me gustan las adversidades, no tanto como el olvidarme de que existen.

Y como suele decirse, quererte en silencio «me tiene podrido».

Presiento que nuestros nacimientos han cobrado hoy más acepción;

Aún no te tengo entre mis brazos, y pues, ojalá ellos y tú no se enemisten.


Me gusta mirar el alba aunque desaparezcas pronto, nublada.

Si lloviznas no me enojo, pues a mi alma así dejarás aun más encantada.

Soy el amante más rimbombante que tiene la indiferencia,

pero tú en mi conciencia jamás has sido la “una más del montón”.


Luces como las luces del pino navideño, y siento que ya respiro tu atmósfera; 

y a veces tengo esos Déjà vu  en donde nos observo a ambos, pequeños.

Y si mi felicidad de ti dependiera, hubiera preferido una vida menos próspera.


A veces le imploro a las nubes porque tu andar hacia mí nunca se desvíe,

y sí, es verdad, te miro y mi alma sonríe;

complicado hoy en día es buscar y buscar hasta encontrar, 

entonces que Dios nos junte, aunque no sea Él quien nos críe.


Preferí hacerle caso al instinto, pues yo soy un distinto y tú una diferente.

El afecto en mí no es tan perfecto, pero el que te tengo ya casi es extinto;

y prefiero imaginar tu sonrisa antes que verte de prisa cruzar el puente.


Sé que estás empezando a valorar lo mucho que soy elocuente,

pero deja que te cuente, me gusta más ser circunspecto.

Soy de otra especie, creo, mortificado en este planeta laberinto.

Ya quiero respirar a tu lado, así como dice la gente común y corriente...


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