ERA

Estoy como los hijos del yugo, el remordimiento me entra por los ojos. Y siempre que pongo las barbas en remojo, yo escojo, variantes de un amor que conmigo nunca estuvo.

Estoy descuadrado como un remedo de cubo, en el estómago se me hace un nudo, y en el cerebro haciéndome ensaladas de frutos rojos.

Estoy que la sangre me hierve, y es que no se trata de que gane o pierde, se trata de que el hastío me deja siempre el vaso medio vacío.

Estoy como el propio desenfreno, deshabituado, salido de escena; las muchas iras me queman. 

Ella se fue como el aroma de la loción después del baño, y no sé si me hizo daño, pero yo sí a mí cuando la traigo a colación.

Estúpido el susodicho que te replica sus pesares y malestares, así como los estomacales, el que te invoca sin merecer tú el encomio.

Estoy como el volcán furibundo; a punto de enviarte lejos, lejos de este mundo; donde ya no hay principio ni fin, a ti te hablo, ruin.

Exclamé al cielo una oda, como en tono de joda, como para ver si te inmolabas, pero nada, nada, nada.

Escoba, recoge los escombros que dejaste arrumados, exfolia tus pecados o mejor, concédeme abrirme la conciencia y, desconocerte de nuevo. 

Entre tantas semejantes, pero tú con muchas diferencias, deshice la transferencia de mi alma hacia tu cuerpo; y todas las pericias que te aprendí, son ahora claveles muertos...

Espero que el tren recorra tanto, que llegue hasta la bóveda celeste, y que le restes importancia a mi desahucio. 

Entero luzco, y tus coloquios en mi mente reproduzco, pero ya basta de evocaciones, vete con el Oscuro.

Esquivaré tu mísera arrogancia, pues yo desde la infancia que te quiero como hoy mismo, no quiero a nadie, ni a nada...


Comentarios

Entradas populares de este blog

“Todavía”

“Remembranza”

Etérea