La brillante


Ella, se presenta en el ocaso y, les ofrece un manotazo a las tinieblas. 

Pues, son endebles, como mis pavores pidiéndole favores a la incertidumbre.

Ella, es la "gran estrella", la más brillante, la que en un instante se me regala a la brisa que simula abrazo.

Es auténtica, como el cántico del pájaro en el alba, que ni su voz se quiebra.


Le tengo una fe ciega, como el agua cristalina que se riega en la montaña;

y en cada mañana anhelo volver a verla y, es que, creciente o «desnuda»

no hay manera en que la eluda; misteriosa, sin ofenderla.


Es el fulgor, que pienso en ella y me siento mejor, como un infante en el vedado.

Y yo ni siquiera por enterado que, parece estar a una zancada de hacerle llegar mis lisonjas.

Como hacen las monjas al Redentor, como a los ojos del lector, aquel libro recién desempolvado.


Sólo tengo una aspiración: llegar a sus alrededores como el concertista a su fan,

como aquella sensación de “he vencido mis temores”, como el “ya no me importa el 'qué dirán'”


Tratando de ser lo más escueto, sobre estas líneas, me comprometo; a cortejar tu nubosidad,

a mezquinarle a los otros, lo que he visto en tu caminar celestial. 

Comprendiendo que, has sido desde siempre, la sencillez aunada con majestuosidad;

y aprendiendo que, aunque distante tú, no te alejas de lo especial.


Te pienso y en mí ya habitas, de aquí hasta mi envejecimiento... por favor,

hazme un espacio en el firmamento, para ya no pedirte más visitas...

Y no desesperes a este presuntuoso, que desaira el ser ansioso,  

pues, tú al ser la más bonita, hasta haces menos lamentosos mis lamentos...



El Poetólogo







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