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Diaria tortura (Calentamiento mental)

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Continuando... De hace meses cargo con una rabieta, porque presiento que el planeta, a mí, y a mi corazón nos está sofocando. Fondo profundo estamos tocando, hablo de yo y de mi miseria completa. Ya no quiero hablar con las paredes ni con el suelo. Quiero hablarle a la Tierra para decirle que yo tampoco encuentro consuelo. Soy un tobogán de emociones disturbias, proveniente de un ente al que nadie lo reta. No es descontento, sí lamento, por ello, prefiero la convivencia en mi mundo paralelo. Mi alma llora como pertinaz lluvia, y en mi corazón yace más de una grieta. Son eventuales las tormentas, pero cómo atormentan, cómo escarmientan; mis estrellas se van quedando sin cielo... Llevan sangre mis letras, pues los pensamientos errantes, ni como antes son preciosos para este poeta. Millones de soles, mis torturas las segmentan, y a mis millones de neuronas las trituran, las calientan. La vida no ha sido color magenta, es más, me cuentan, que los calores de la amistad solo sirven en épocas

Etérea

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«Etérea­» Cuando te vi, experimenté el significado del “buen augurio”. Y aunque, tú, lejos de mí, contra mi orgullo cometí perjurio. Tu compañía ha sido grata, pero valoro más tu presencia en mi conciencia, y de no ser por la mesura de mi devoción por tu sonrisa,  estarías sonriendo en las realidades de mis somnolencias. En tus sigilos me hallé como en aguas mansas, afables. Y fue cuando me dije (internamente) “que tus palabras sean mimos cuando me hables". No titubeaste y me complaciste, así, como una profesora del vaticinio, consensuando a lo puro, lo puro de nuestro idilio. Me abrazaron, tus ojos, junto con su brillo, me revelaron lo inmaculado que es tu rostro, lo nombré “amanecer". Me enseñaste que puedo encontrar paz entre lo hermoso y lo sencillo, mientras sigo perdido en tu mirada, y es que, quiero el tiempo retroceder. Me haces falta como lluvia al campo; sin ti, soy una flor sin aroma, te veo entre la brisa, y me soplas como con la mayor caricia. Me hablas como mus

Ceguera

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Mis ojos están cansados, mis pupilas destilan gris grisáceo, mis pensamientos ya no soportan este invierno áspero, me queman las vistas como el infierno encelado. Ahora solo veo montículos de pesar Me tropiezo constantemente con la ansiedad Y en la oscuridad, permanezco como ángel revelado Y en la posteridad veo migajas de deseos indeseados... Asumo el rol que me dio el Supremo, y exprimo al dolor como el dolor me exprime; persisto como persiste el recién nacido en su siesta,  acompaño al agobio hasta saciar su miseria sublime. Y me hundo en las movedizas de mis heridas expuestas. Tranquilizo al tumulto de penas que llevo dentro, pero se me disparan como cohetes sin cielo... Pronostico mis propios sobresaltos y desencuentros, y agonizo en la templanza de mis crueles miedos. Mis vistas divisan fulgores densos, mis pensamientos trotan cerca del odio hecho enigma, mis brazos recogen a la criatura de ese pasado extenso; mi respiración es sofocante, y ni como antes es la misma. Por: El Poet

Caperucita rota 💔

Y allí estaba yo, cincelando las vestiduras de mi amor por el caballero oscuro; danzando entre olas de incertidumbre por los desfiladeros futuros; orándole al tiempo que no se detenga por nada en el mundo; desgañitándome hasta saciar el éxtasis de dilección hacia sus limpios escrúpulos... Mientras el crepúsculo hacía su llegada, yo llegaba cabalgando encima de la duda; con una túnica de verde esperanza, esperando no se me apague el candelabro que instauramos juntos. Hoy ya todo es gamberrismo dirigido a tu conciencia de extensos paisajes pixelados; ya no encandilan ni las zalemas, ni las tardes de helados; recuperé el miedo que infundaba la soledad sin pausa. Te fuiste no sin antes cantar ruidoso sobre patrañas que me dejaron exhausta; me dije a mí misma "basta", y hasta el sol de hoy conozco tu penitencia cumplida. Sin promesas, porque la mesa ya está servida; con escudillas que reflejan tu hermosura tergiversada; con las sillas patas arriba, porque nadie se sentará con el h

Inercia

  “Algo dentro de mí murió aquel día”. Suspiré. Miré al cielo y estaba estrellado - como yo - estresado, agotado, embriagado, pero de penurias. Amargado, como un café cargado; destrozado, como camión sin el botín (blindado). Y sí, nuevamente suspiré , como el polvo de ese café. Mi amargura terminó cuando dormí, y como con una armadura sobre mi templo me sentí cuando desperté.  Fue aterrador velar por el amor de una bisagra, que me abría todas las puertas de un corazón magnánimo. Y el camino pedregoso volvió a ser pedregoso, y el destino mío inventado, se languideció. Fui necio con la pugna del poder de aquella proclividad; y en la navidad de mis primeros besos dejé toda el alma con pesares, hasta que regresó, con muchos más. Detrás, a mis espaldas, cargo una espada, que gustaría me fuera mía, amada, pero no; es horriblemente, entre comillas, « idolatrada­ ». Ya no existen los sollozos, pues los gritos son más rimbombantes. Antes, yo corría por los senderos de esa conciencia bella, y al

*mi peritaje sobre su belleza*

Poesías de El Poetólogo Del álbum: Metaeufórico . Título del poema: Mi peritaje sobre su belleza. En el faro de sus ojos reposa la luz, la luz que sale de sus ánimas recónditas. Sus manos señalan la pulcritud de sus noviciados, y de sus parábolas insólitas. Vi cómo manejaba sus coyunturas, y mis desesperaciones quedaron atónitas... escuché su cantar en forma de garrulería entre olas en el viento.   Y allí reposé mientras inmolaba mis silencios extendidos; me hacía el desentendido, me hacía el solazado. Empero me ambicionaba con que sus brazos fornidos me arroparan... y continuaba ensayando mi propuesta de conversa soporífera para entretenerla.   Sus amuletos eran su sentir y su aplomo interno, sus lamentos eran hojas de árboles, arrancadas. Sus acicates no se comparaban ni al sueño del astronauta en viaje extenso, y su mirada solo guardaba requiebro aunque no se notara... En su caminar observaba yo buenos augurios,  de que su acercamiento iba a ser sempiterno. Y ahora la guardo en form

Las guapas no hablan...

Ni siquiera caminan, sólo emergen como emergen los cráteres en la luna, y la hacen más bella, vistosa, tersa. Ellas no hablan, pero se las menciona en tertulias sobre la belleza de la naturaleza; lideran la conversa. Casi nadie cuenta con la fuerza necesaria para hacerle jaculatoria alguna; se los dije, son como la luna.  No hablan, pero tampoco se enmudecen. Se estremecen, como se estremecen los árboles cuando nacen, cuando florecen. Ellas miran disimuladamente, otras veces de manera escueta. Suelen ser engañadas, pero siempre son profetas... No hacen alegorías de su talante, y siempre están adelante, por encima de las nubes, reposando como ángeles que no gimotean... Ellas sólo esbozan lo contradictorio que suele ser el entusiasmo por alcanzarlas, por mirarlas, por contemplarlas. Las guapas no cantan, las guapas son canciones. No se sienten, son emociones. No se desdeñan, aunque en ocasiones, nunca despierten por causa de los despropósitos de los execrables... El Poetólogo